El principio del otoño indica el final de una campaña y el comienzo de los preparativos para la siguiente. Del acierto o descuido de los trabajos en esta época dependerán, en gran medida, los resultados posteriores. Consejos prácticos y métodos para el control de enfermedades.
Por Pablo A. Maessen, Perito Apicultor. Coordinador “Centro Apícola EL CHINITAL”
LA TEMPORADA APICOLA en la Argentina comienza en marzo con la finalización del ciclo anual y se inician los preparativos para la estación invernal. Mientras algunos apicultores tienen la dicha de seguir cosechando, otros, con menor suerte, están pensando en que el año próximo será mejor. Pero tanto unos como otros, si quieren seguir en carrera, tarde o temprano tendrán que “ingresar sus colmenas a boxes” para hacer algunos ajustes y proveerles el alimento necesario para atravesar el invierno.
En este período de transición entre el fin del verano y otoño la reina empieza a disminuir su postura. Así como se reducen día a día las horas de luz solar, también disminuye la población de la colonia por la menor oferta de alimento. A la inversa, lo que aumenta es el ingreso de polen en la colmena. Este alimento proteico de vital importancia, nutre y fortalece a las crías que nacen en estos tiempos, llamadas "abejas de otoño e invierno", que son más longevas que sus hermanas de verano. El polen servirá para aumentar el contenido de cuerpos grasos en su hemolinfa, lo que les provee de energía para mantenerse vivas, generando calor por medio de movimientos musculares similares a los de tiritar. Otra forma de conservar el calor es la unión de las abejas en una característica posición llamada "racimo invernal" la cual desplaza lentamente en el interior de la colmena para alcanzar el alimento.
Durante el invierno la reina detiene la postura para ahorrar el máximo de energía y, a medida que bajan las temperaturas son expulsados los zánganos por la piquera ya que dejan de ser necesarios hasta la próxima primavera cuando hayan nuevos vuelos de fecundación
AYUDA MEMORIA. Para los novatos, y aquellos que no lo son, es bueno recordar que las tareas apícolas que se realizan durante el otoño son de vital importancia para la subsistencia de la colonia. Por ello es imprescindible tener en cuenta cuáles son los factores que influyen sobre el desarrollo de las abejas. Es fundamental controlar la presencia de la reina, la que puede haber muerto con los movimientos de cuadros durante la cosecha. En ese caso se debe recurrir a la introducción de una que se encuentre preferentemente en plena postura. No se puede arriesgar a que las obreras hagan su propia soberana por la falta de tiempo y ausencia de zánganos para fecundarla. También es importante controlar que las reservas de alimento sean las suficientes. Si bien aún perdura la idea de que no hay mejor alimento para las abejas que la miel que ellas mismas producen, los avances en materia de alimentación artificial inclinaron a muchos apicultores a utilizar sustitutos, ya que resultan mucho más económicos. Cada vez son más los que cosechan toda la miel para luego suministrarle alimentación artificial y de esta manera hacer una diferencia a favor del apicultor. Los requerimientos alimenticios de cada colonia son diferentes, dependiendo de la cantidad de abejas, las condiciones climáticas del invierno y la región del país en donde se trabaja. Por ejemplo, en el invierno pasado se registraron temperaturas más altas de lo normal, lo que influyó notablemente en el consumo de reservas alimenticias. Algunos autores hablan de la necesidad de un kilogramo de miel por cada cuadro cubierto de abejas, agregando un kilo más como reserva, pero lo común es de 10 a 15 kilogramos por cámara de cría. En regiones donde escasea el polen se deberá suministrar el mismo o algún sustituto. También habrá que procurar "la presencia de agua en estado líquido en las inmediaciones, especialmente en zonas con inviernos fríos y secos, porque al bajar la temperatura la miel tiende a cristalizarse, lo que obliga a las abejas a consumir grandes cantidades de agua para licuar su alimento.
Otro tema importante son las enfermedades. Los apicultores aprovechan esta época para inspeccionar el nido de cría y verificar el estado sanitario de sus abejas. Es costumbre que muchos actúen de una forma sistemática o casi automática en lo que se refiere al suministro de antibióticos y acaricidas. En la mayoría de los casos realizan los tratamientos a destiempo y en forma compulsiva. Este uso abusivo ha traído problemas de formación de cepas resistentes a los diferentes productos que con el tiempo ven disminuida su efectividad y, lo que es peor, aumenta la mortandad de las colmenas.
Desde hace algunos años los colmenares argentinos se han visto afectados por distintas enfermedades. Una de ellas es la loque americana, causada por el Panebacillus larvae, comúnmente llamada cría pútrida o peste maligna, haciendo alusión a uno de sus síntomas más frecuentes: la presencia de cría en estado de putrefacción. Cuando tuvo su aparición en la Argentina los apicultores tuvieron mucho temor por las posibles pérdidas que podía ocasionar. Actualmente la enfermedad estaría medianamente controlada por el empleo de técnicas de manejo y el uso correcto de antibióticos que poco a poco se están tratando de dejar de lado. El mal uso de éstos puede enmascarar algunos síntomas, imposibilitando un correcto diagnóstico a campo. Por ello se recomienda confirmar la presencia de la enfermedad con un diagnóstico de laboratorio, que es el único que da plena certeza.
VARROASIS. Muchos apicultores, por prestar atención a la Loque americana se olvidan del ácaro Varroa destructor. Es así como periódicamente surgen brotes de varroasis, con la sorpresa de que los ácaros han mutado produciendo cepas resistentes a los distintos productos empleados para su control. Hoy por hoy el apicultor solo sabe que para controlar este parasitoide hay en el mercado una serie de productos aprobados por SENASA que permiten mantener a raya al enemigo. Existe un gran desconcierto sobre los productos autorizados o no, por ello es recomendable para los apicultores mantenerse informados permanentemente del listado de productos aprobados por SENASA. La mayoría presta mucha atención al tratamiento olvidando la importancia de un buen diagnóstico a campo y la organización de los productores para la realización de tratamientos coordinados.
DIAGNOSTICOS. Antes de realizar cualquier diagnóstico a campo es preciso recordar los síntomas que manifiesta el ácaro en cría cerrada es muy común encontrar crías salteadas con opérculos no deprimidos pero perforados en el centro. Al abrirlos se observan pupas que no presentan alas o, si las tienen, se ven con grandes deformaciones. En las abejas adultas además se pueden observar varroas tanto en el tórax como en el abdomen. Otros indicadores pueden ser la muerte estrepitosa de colmenas en el final de la temporada (primeros días de otoño); colmenas abandonadas repletas de reservas de miel; y ácaros vivos o muertos en el piso, planchada de vuelo o interior de las celdas de cría.
Para descubrir la real dimensión del problema dentro de la colonia es preciso realizar un diagnóstico cuantitativo. Un método muy popular entre los apicultores es el de Montiel. Se toman alrededor de 150 obreras al azar de un cuadro de cría, se colocan en un frasco transparente y se llena con una mezcla de agua con unas gotas de detergente. Luego se agita intensamente, se deja reposar por algunos minutos y se pasa por un cedazo que permita retener las abejas y deje pasar los ácaros. El liquido debe ser retenido en un contenedor que permita observar y contar los ácaros presentes. Para obtener el porcentaje de infestación se divide el número de ácaros por la cantidad de insectos utilizados en la muestra. Es recomendable tomar un muestreo del 30 % de las colmenas del apiario
Calcular bien las reservas de alimento es imprescindible para no quedarse corto ni perder dinero.
VENTlLACION. La revisión otoñal es el momento en que se debe regular el espacio de la colmena. Durante los últimos años se ha tomado la modalidad de reducir a las abejas a su mínima expresión (cámara de cría), de esta forma se logra que la colonia aproveche al máximo el calor y los alimentos de reserva disponibles. Para evitar el exceso de ventilación y el ingreso de roedores se pueden utilizar pequeñas tablitas de madera para cubrir las piqueras. Tampoco hay que caer en el otro extremo, ya que las colmenas mal ventiladas sufren de exceso de humedad interna, lo que trae aparejado el enfriamiento de la colonia, consumo de reservas, predisposición a las enfermedades y mayor índice de mortandad. Además crea un medio propicio para el desarrollo de hongos y bacterias que atacan la madera , pudriendo pisos y alzas. Otro descuido puede ser un clavo que atraviese la madera de lado a lado, formando un "puente frío" entre el interior y el interior de la colmena. Esta zona fría produce la condensación de la humedad, producto de la respiración de las abejas, lo que se manifiesta en una gotera y en una posterior putrefacción del material.
La revisión otoñal es la oportunidad para que el apicultor controle el e de los materiales, reemplazando pisos y cuadros que tengan cera vieja o deforme (panales negros). Debe procurar también que la colmena quede inclinada levemente hacia delante para que agua (producto de la condensación interna) no se acumule en el interior aprovechar el calor comprimiendo la cámara de cría; y regulando la ventilación por medio del uso de cubre- piquera
La apicultura moderna requiere decisiones criteriosas. En otoño el apicultor tiene la oportunidad de emplear todo el caudal de conocimientos y experiencias acumuladas. De una buena preparación para la invernada dependerá el éxito o fracaso de la próxima temporada.
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